Esta antigua mancia nació de los pueblos primitivos, por lo que es uno de los métodos más antiguos de adivinación, y se considera una rama de la magia ceremonial. La aeromancia se vincula con la observación de diversos fenómenos meteorológicos (por lo que también recibe el nombre de metereomancia) y se basa en la observación del rayo, el trueno, el viento, las puestas de sol, las auroras boreales, las estrellas, la simple observación de la noche, las nubes e incluso la posición de los planetas. De este arte deviene la antigua creencia de que un cometa presagiaba la muerte de un personaje importante.
La aeromancia se basa en la predicción del futuro al evocar a los espíritus de los aires, de modo que se realice una representación de imágenes en el aire en las personas hipersensibles. De este modo, incluso la bóveda de la Tierra se transforma en crisol por medio del cual el médium puede ver el futuro. El mago y ocultista francés Eliphas Lévi, decía que tanto las cartas del tarot como la observación de las estrellas o cualquier otro método adivinatorio, son maneras que tiene el vidente de automagnetizarse y así fijar su intuición natural, de este modo, la forma en que miramos al cielo reflejará nuestro mundo interior y sus emociones. Será pues un reflejo de nuestra paz o tumulto internos, de nuestra alma, y al leer cualquier tipo de filtro adivinatorio, es como mirarnos en un espejo y leernos a nosotros mismos.
Para realizar una consulta a través de la aeromancia, el consultante deberá relajarse, concentrarse, cerrar los ojos y realizar su pregunta. Al abrirlos buscará en el cielo las respuestas. Es importante que el consultante se deje llevar por su intuición y por las primeras sensaciones que las figuras del cielo le evoquen.