La oomancia es un arte adivinatorio que, según las leyendas, se remonta a tiempos del divino Orfeo, cuando los antiguos griegos analizaban la forma y el interior de un huevo, para encontrar una respuesta sobre lo que el futuro les deparaba; las mujeres embarazadas se colocaban un huevo en el seno y, al eclosionar, el sexo del polluelo les indicaba el sexo de su futuro bebé. En nuestros días el huevo tiene un alto valor simbólico como el inicio de una vida.
Entre los Grimorios (libros de temática mágica de la Edad Media) se encuentran pasajes que describen la oomancia como una herramienta para adivinar el destino de una persona, la cual debe encontrarse presente. El huevo debe ser de un pollo negro. Se rompe el cascarón y se vierte su contenido en un vaso. El vaso debe dejarse expuesto al sol del verano del mediodía y, tras recitarse una serie de conjuros, se deja reposar y luego se mira su contenido. La forma y el color que el huevo tome revelará el futuro de la persona.
Entre los siglos XVII (17) y XIX (19), la oomancia fue una práctica muy popular e incluso la célebre Mademoiselle Lenormard, que fue la persona que influenció decididamente el auge de la cartomancia, utilizaba huevos en sus sesiones adivinatorias. Para ello rompía las cáscaras y vertía el contenido en un vaso con agua; según Lenomard, las formas del contenido del huevo presagiaban el futuro.
Actualmente el huevo se emplea en diferentes sesiones de adivinación y magia; yo mismo he presenciado en la noche de San Juan una sesión adivinatoria. Se toma el huevo con la mano izquierda y se realiza una pregunta a los cielos, después se recita un conjuro para pedir la respuesta. A continuación se lanza el huevo con fuerza dentro de una olla o cazuela. Con el huevo roto y su yema y clara esparcidas en el fondo del recipiente, se interpreta la figura que aparece. Este arte de adivinación se emplea mucho para conocer el futuro sentimental y también quién será el esposo o esposa del consultante. Esta práctica se acostumbra a realizar en la noche de San Juan, aunque me consta que algunas personas la realizan una noche cualquiera de Luna llena, siempre con el mismo propósito.
La otra utilidad del huevo es más de tendencia mágica. Se trata de pasar un huevo alrededor de una persona a pocos centímetros de su piel, si se piensa que está poseída por demonios o es víctima de la magia negra. Cuando se pasa el huevo se realizan unos rezos al altísimo y se pide que el huevo absorba cualquier daño o negatividad del consultante. Si después de romper el huevo la clara o la yema aparece gris o negruzca, o incluso con manchas negras, significa que el consultante estaba perjudicado por una mala arte y a partir de ese momento ha quedado limpio.